LA INCIPIENTE SITUACIÓN DE LA AV. PROLONGACIÓN TRAPICHE
- El Mortero
- 19 jun 2018
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 27 jun 2018
Cada día, los niños y adulto llegan a la avenida y toman el micro al medio de las pistas y prefieren estar de pie hasta que el onduloso camino se asiente estable en la siguiente avenida. “Es cuestión de acostumbrarse”, reniega el señor Miguel Gallo.
La avenida Prolongación Trapiche se encuentra en la urbanización Santo Domingo, del distrito de Carabayllo, y ejerce de vía principal para algunos medios de transporte hace más de 15 años. Esta barbaridad de construcción comprende desde grietas de más de tres metros en expansión y treinta centímetros de profundidad, fisuras por todo el pasadizo del asfalto hasta columnas de cemento y alumbrado público al medio de las pistas pasando por la basura amontonada en esquinas, las parcelas verdes – que nada de natural tienen, salvo la polvareda – y acequias en estado ínfimo.
En otras épocas, muy remotas, era un trayecto en perfectas condiciones y poco transitado por las gentes y microbuses; en la actualidad solo persiste la mitad de su figura. No cuenta con semáforo ni paraderos autorizados, complementa su estética con incontables rocas que la fraccionan de su otra porción arenosa y pedregal.
A pesar de esto, los residentes han optado por una actitud pasiva.
LAS EMPRESAS DE TRANSPORTE Y SU NULA RESPONSABILIDAD SOCIAL
A escasos metros de esta avenida se encuentran los terminales de las empresas de transporte público El Rápido S.A.C, La Salamanca, ETUCHISA (los famosos “chinos”) y “La 40”. Cuatro empresas que todos los días transitan por dicha avenida, ahondando aún más el pésimo estado, pero que cero interés muestran por el distrito.
Muchos de los buses tienen la tunante atracción por aparcar todas las noches (y tardes, y mañanas) en el pavimento de esta avenida. Los guachimanes, sabiendo que la vía pública debe estar desocupado, desechan responsabilidad y priorizan su trabajo: cuidar las etapas, que para eso las juntas vecinales les pagan.
Algunas de estas líneas, caso El Rápido y Salamanca, llevan cerca de 17 años franqueando el distrito de Santo Domingo. Las demás empresas “recién” llevan más de dos años en esta ruta.
<<Nadie muestra predisposición a hacer algo. Los colectivos ni las empresas de buses. Hasta sus propios choferes y cobradores están incómodos, pero si los que viven aquí no se manifiestan, imagínate ellos>>, afirma Misael Ingunza señalando las enormes grietas, las piedras alrededor, la tierra y la basura (se tapa la nariz y gira sus rendidas facciones hacia su derecha – un bus de la Salamanca transita a paso galopante y levanta un cúmulo de polvo en toda la avenida – y tose).
Sin embargo, ni la Municipalidad de Carabayllo ni las juntas vecinales que conforman el distrito han propiciado a que las empresas aporten en el cuidado ambiental ni terrenal. El municipio se atrinchera en que están trabajando en los sectores más pobres y necesitados y que emprendieron cuantiosamente en la urbanización al inaugurar hace poco más de un año la ruta que une Puente Piedra con Carabayllo pasando por Santo Domingo.
Sergio Pérez, colaborador municipal del área Participación Vecinal, declara que "la Municipalidad Metropolitana de Lima está a cargo de las autopistas secundarias. Nosotros nos encargamos de la construcción de las principales del distrito. No hay presupuesto para todas los sectores", despachando así el compromiso de mejorar la avenida y sus confines a la alcaldía de la capital.
En síntesis, la alcaldía no tiene disposición en mejorar la avenida ni las empresas en invertir en la responsabilidad social ausente durante tres lustros. Es más, a estas compañías ni se les exige ni se les multa por paraderos y estacionamientos informales.
LA PASIVIDAD EN LOS VECINOS
Entre los murmullos diarios es tema frecuente el “¡¿cuándo arreglarán esta avenida?!”.
Niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos. Todos se cuestionan por la barbarie de su calle. Mas frecuentan, sin chistar, su caminata al puesto de periódicos de la avenida. Se han visto sometidos al caminar de los años y aclimatados al horizonte empañado que no ve cuando serán los tiempos de rejuvenecer.
Los árboles que adornan los espacios de naturaleza que dividen los carriles de circulación de vehículos, tienen más tiempos marchitos que el ‘Tigre Gareca’ al mando de nuestra mundialista selección. Los puentes-pasadizos eventuales tienen más años empalmados con la mugre (y astillas rancias) que la plateada cabellera de mi abuelo. Las piedras fronterizas al este con la tierra y al oeste con el pavimento hacen blasfemar a todo aquel que se traslade por la avenida mucho más que las malas y benditas palabras que he pronunciado en mi existir. Mas la pasividad de todo este gentío es reconfortante. O, insultante.
Los vehículos en su afán de avanzar y ganar usuarios a su competencia despabilan toda la tierra alrededor que solo puede ser apaciguada cuando alguna persona de los muchos negocios que hay en la avenida sale a barrer y echar agüita a la calle.
Es la pasividad un distintivo de los vecinos. Tanto así que no se han presentado en la alcaldía a exigir mantenimiento de sus parques o áreas verdes ni se ha planteado discutir dicho tema en sus juntas vecinales. Peor aún, a exigir que mejoren el dañado asfalto de su avenida principal y que retiren los más de diez postes que invaden el territorio de libre circulación vehicular. Mucho peor aún, a evidenciar su orgullo y alzar su voz de protesta. Priorizan tonteorías y aplazan lo inaplazable.
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